La villa de los tristes

M. C. Escher


Hola.
Me llamo Alba Stephen y soy hermanahuérfana.

Es una palabra que me inventé de pequeña y que pronunciaba cada vez que quería hacer desaparecer a mi hermana de la tierra. Mis padres sólo me escucharon gritársela a la cara una vez, roja de rabia. Acababa de romper mi libro de cuentos favorito, algo imperdonable para una niña de siete años. Lo abrió por la mitad, ante mis ojos, después de arrebatármelo de las manos, y empezó a arrancar todas las hojas, una por una, muchas a la vez, hasta hacer trizas portada y contraportada. Después se agachó, recogió las hojas del suelo e hizo una gran bola de papel que me estampó en la cabeza. Se lo grité.

¡HERMANAHUÉRFANA!

Hacía poco que había descubierto lo que significaba esa palabra, "huérfana". La había leído, precisamente, en ese libro de cuentos que mi hermana se encargó de robarme para siempre. Mi madre me había explicado su significado, y me había dicho: es algo que tú nunca serás, cariño. Nunca. Se equivocaba. A partir de ese día yo no tuve hermana. Nunca es una palabra que nunca debería pronunciarse. Es traviesa. Siempre ocurre. El nunca ocurre siempre.

- ¡Te odio! –le dije después.

Pero ella ya iba pasillo arriba, a su habitación, dando pequeños saltos y muerta de la risa. Cuando llegó a su puerta, a ese infierno que tenía por guarida, se giró, buscó mis lágrimas, y me dijo:

- Patética.

PA TÉ TI CA.

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