m a m á

Y todo debe ser mentira
porque no estoy en el sitio de mi alma.

BLANCA VARELA

Louise Jopling

La señora del jersey azul era la madre que nos había criado. Cuántas veces la veía caminando sola por la calle, "haciendo tiempo", porque parecía que casa no tenía, mientras intentaba averiguar cómo conseguir la merienda de sus dos hijas. El señor del jersey amarillo, que era el marido, que era el padre, que era el ausente, siempre pasado, casado con el presente, estaba "trabajando". Era "trabajando", para el común de los mortales, como en la época de posguerra, "en el bar ahogando las penas con un whiskey doble", mientras una de las hijas se ponía bien la falda, ocultaba los remiendos de las medias, y se tapaba con el jersey verde –verde de colegio de monjas– los puños de los camisas, ya amarillentos, ya feos, ya tristes, ya vergonzosos. La otra de las hijas, sin embargo, se escondía detrás de la columna del patio, o del perchero del pasillo, o de la silla de clase, hasta que diera la hora de salir corriendo a donde mamá, que con merienda o no, siempre traía sonrisa. Para esa señora del jersey azul, jersey azul de punto, de punto de lana, de punto gordo y abrigado, esa hora, las cinco, era la hora del despertar. Hasta entonces, esa señora del jersey azul –jersey azul más de abuela que de madre, jersey azul del querer– había vagado y nada más, había caminado y nada más, había soñado, y mucho más. Y ese beso a ras del suelo, porque ya no os puedo coger en brazos, hijas mías, que ya pesáis mucho y mi espalda ya es anciana, y mis rodillas son ya de cristal, pero qué a gusto os cogería y alzaría, como cuando teníais cuatro años y yo era vuestro universo, qué a gusto, madre mía, madremía qué bien estaría, era su traqueotomía. Por ese beso entraba todo el aire necesario para aguantar hasta el día siguiente, hasta la salida siguiente, hasta otras diecisiete horas en punto, en el mismo peldaño de la escalera del colegio de las monjas.

Mamá viene a buscarme. Mi mamá. MAMÁ.
Esa señora del jersey azul no es mi madre (no puede serlo, con ese jersey tan feo). NO.
Qué ganas tengo de ver a mamá. VEN.
Sólo quiero que me dé la merienda y que me deje en paz. VETE.

La señora del jersey azul piensa: Ojalá estas niñas no hubieran crecido nunca. Alba, Albita, qué mayor te estás haciendo. Y su hermana, su hermana, mi hija, que parece de otro planeta, tan mayor y tan cría. Y se preguntaba: ¿Dejará también Alba de quererme, como lo hizo su hermana, como lo hizo su padre?

Alba ven aquí y dame un beso, mi amor.

0 tribulaciones:

Publicar un comentario

 

Las tribulaciones de Alba Stephen Design by Insight © 2009